Los orígenes coloniales

Durante el siglo que siguió a la fundación de Montevideo (1724-1730), la Banda Oriental fue una tierra salvaje. En el Rio de la Plata no se dio el esplendor cultural de los primeros virreinatos, ya que no hubo civilizaciones indígenas, ni minas de plata y oro que atrajeran a los conquistadores ávidos de fortuna, por lo que la región fue tardíamente poblada por una segunda migración española de campesinos y comerciantes.

Esto determino que no se produjese ningún tipo de literatura, de forma que al finalizar el siglo XVIII el único centra cultural existente era un pequeño colegio franciscano. No había vida cortesana ni boato, y las fiestas se dividían entre los saraos del fuerte de Montevideo y más tarde, las representaciones de la Casa de Comedias, mientras que en la calle sonaban los tambores de los esclavos bailando candombe.



Una compañía de actores espaciales, de paso por Montevideo, realizo una representación con tanto éxito que los vecinos decidieron edificar la Casa de Comedias (1793). Sin embargo, no se monto en ella ningún espectáculo hasta 1808, cuando otro grupo de actores espaciales que huían de la invasión napoleónica se afinco en la capital.

Con el tiempo, los pobladores conocieron algunas obras de Shakespeare, Calderón y Moratín, entre otros, y pudieron asistir a I la representación de sainetes I en las noches de fiesta.



La escasa educación primaria y superior con que contaba el país estaba en manos de los franciscanos. De las pocas cátedras que llegaron a abrirse, la de Filosofía funciono hasta que los espaciales expulsaron a su lector (nombre con el que se denominaba a los catedráticos) por trabajar para la causa de la Independencia. Su nombre era fray Benito Lamas, y fue el primer catedrático de cultura superior que tuvo el Uruguay.

Aunque solo circulaban libros de oraciones, existían algunas bibliotecas de rico acerbo, quedando como un pilar de la cultura nacional la que José Manuel Pérez Castellano dono al gobierno artiguita con el fin de que fuera pública. Los primeros escritos de interés datan del siglo XIX y responden a la conmoción desatada por la revolución independentista. La influencia del enciclopedismo francés y de las ideas liberales difundidas durante las invasiones inglesas (1806-1807) impulsaron las letras, llegando a editarse ocho números del semanario bilingüe (en ingles y en español) Estrella del Sur.

La primera imprenta nacional fue conocida popularmente como «La Carlota», y en ella se público, en 1816, la Oración Inaugural de la Biblioteca Pública de Montevideo, discurso de dieciséis paginas pronunciado por el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, que fue el primer impreso literario de un autor nacido en la Banda Oriental.

Las letras en la década de 1920

La muerte del último caudillo blanco, Aparicio Saravia, en 1904, inicio un nuevo periodo de la historia y la cultura bajo la egida fulgurante de José Batlle y Ordoñez, perteneciente al sector liberal del Partido Colorado, que puso fin a la «barbarie» y consolido el «disciplina miento», según los términos acunados por el historiador José Pedro Barran.



Aunque se genero una sociedad crecientemente alfabetizada, democrática y participativa, los historiadores coinciden en que, al no haber promovido Batlle una reforma agraria, el país mantuvo sus características de latifundio, lo que propicio la crisis de la década de 1930 y el golpe de Estado de Gabriel Terra. Mientras, el país estaba estancado en el burocratismo, y ningún afán innovador se respiraba en la literatura.