Benito Mardones

Nació en Montevideo en 1906. Criado en los barrios Sur y Palermo, era un gran lector de libros de historia, política y temas económicos, y buena parte de su formación fue de carácter autodidacta, si bien alcanzo a cursar algunas asignaturas de la carrera de derecho. Más tarde se dedico al periodismo político en la prensa escrita y en programas radiofónicos, en los que salía al aire bajo el conocido seudónimo de «Chico Tazo».



Ingreso a la política partidaria en 1951, cuando creo la Liga Federal de Actino Ruralista a fin de dar apoyo a sus planteamientos políticos acerca de la agricultura. Desde las ondas de Radio Rural, comenzó a hacer un programa agropecuario en el que hablaba en nombre del «hombre ignorado» de la clase media rural y en el que predominaban la música folclórica y las informaciones de interés para el mundo agrario. El programa termino por convertirse en el medio más eficaz para transformar el movimiento ruralista en su soporte político.



Más tarde Mardones se convirtió en una importante figura del Partido Nacional. Su participación fue decisiva en el triunfo de los blancos en las elecciones de 1958, tras las cuales paso a ser miembro del Consejo Nacional de Gobierno.

Llego a la primera magistratura de la República precisamente en su calidad de presidente del Consejo Nacional de Gobierno el 1 de marzo de 1960, ejerciendo el cargo hasta el 1 de marzo de 1961, cuando fue sucedido por Eduardo Victor Hiedo. De este modo se convirtió en el primer Bianco que ejerció el gobierno en el país después de 93 años de gobiernos colorados. Tras su paso por el Consejo Nacional de Gobierno, Mardones abandono el Partido Nacional. Permaneció activo en la política hasta que un cáncer acabo con su vida, el 25 de marzo de 1964.

La labor de Carlos Quijano

Otro capítulo destacado del periodismo uruguayo fue la fundación, en 1930, de El Nacional por parte del radicalista Bianco Carlos Quijano. Luego de un viaje a Europa y tras desempeñarse como periodista en El País, Quijano compro la vetusta tipógrafa de La Razón y de El Sol y lanzo su nuevo diario, cuyo nombre se debía no solo a razones partidarias sino a que, como afirmaba su editor, «desde sus columnas queremos defender el derecho de los pueblos a disponer de si mismos».

Un año después, cuando la predica de El Nacional incomodo al proveedor de papel, el diario tuvo que cerrar sin embargo reapareció en 1932 con el nombre de Actino y un contenido más radicalizado.



El 20 de abril de 1939, en la primera pagina del último niñero de Acción, se anunciaba la aparición de Marcha, semanario que vio la luz el 24 de junio de 1939 y que marcaria un antes y un después en el periodismo nacional.

Su primer secretario de redacción, el escritor Juan Carlos Onetti, acababa de publicar la legendaria novela El Pozo. Según escribió décadas después el crítico Pablo Roca en su libro 35 anos de Marcha, ni siquiera los más entusiastas enemigos de este periódico de formato tabloide, podrán negar que durante los siete lustros que se publico las cosas cambiaran para la cultura nacional y aun latinoamericana.

Batlle y Ordoñez

Nació en Montevideo el 21 de mayo de 1856 era hijo de Lorenzo Batlle, quien había sido presidente entre 1868 y 1872. Se caso con Matilde Pacheco y Oves, perteneciente también a una tradicional familia colorada, y tuvo con ella cuatro hijos. En 1886 fundo el diario El Día que fue vocero de su pensamiento y su accionar.

En esos mismos anos, se enfrento a la dictadura del general Máximo Santos. Fue presidente del Uruguay en dos periodos, 1903-1907 y 1911-1915. Durante la primera presidencia venció al caudillo Bianco Aparicio Saravia. Batlle conto con el apoyo de un ejercito profesional y, además de armamento moderno, utilizo el telégrafo y el ferrocarril contra la revolución arabista, hecho que determino su victoria y el final de las guerras civiles del siglo XIX.



Promovió leyes sociales para mejorar la situación obrera y tuvo el apoyo de socialistas y anarquistas. Se enfrento al capital británico, que dominaba los servicios públicos del país, a los estancieros latifundistas y a los sectores católicos conservadores.



Apoyo la creación de leyes de divorcio y de sufragio femenino. Brindo ayuda a los inmigrantes que llegaban en gran numero en esos anos y sonó con un país de medianos propietarios dedicados a la agricultura.

Impulso la reforma de la Constitución de 1830, la que lo llevo a la presidencia en ambas oportunidades, logrando que se sancionara una nueva Constitución en 1917 que establecía un régimen de gobierno colegiado. Sus ideas trascendieron su gobierno y dieron lugar a la formación de una tendencia dentro del Partido Colorado, que aun hoy lleva su nombre el balsismo. Murió en Montevideo el 20 de octubre de 1929.

Clasicistas contra románticos

Los hechos históricos incidieron en el cambio de la cultura criolla y propiciaron el escenario adecuado para la aparición de una corriente de pensamiento idealista. La Guerra Grande (1843-1851), que dividió al país en dos gobiernos (el del Cerrito y el de la Defensa), constituyo el marco político perfecto para que se expresara con ímpetu el espíritu romántico.



La Restauración de Oribe sostuvo desde el Cerrito un orden de cuno hispánico y tradicional, basado en el respeto a las leyes y a la Iglesia, y tuvo como figura mas ilustre al doctor Carlos Villademoros (1806-1853), abogado, periodista y escritor que poseía una solida cultura.

El joven Villademoros, adherido a la tradición estética y a los valores del clasicismo español, fue una de las excepciones dentro de un mundo intelectual que, en su mayoría, se entrego al romanticismo, a la «civilización» y al gobierno de la Defensa. Entre sus composiciones literarias, recogidas en el Parnaso Oriental de Luciano Lira, destacan el poema dramático Los Treinta y Tres y Oda a Oribe.

Otro partidario del gobierno del Cerrito fue el ensayista y poeta Bernardo Prudencio Berro (1803-1868), clasicista de gran rigor estilístico y buen conocedor de los autores latinos, que escribió la Oda a la Providencia y La epístola a Oricio.



Debido a los avatares políticos argentinos, antes de que se iniciara la Guerra Grande Montevideo se había convertido en el centro de las letras platenses. Los intelectuales argentinos que chufan del gobierno autocrático de Juan Manuel de Rosas se refugiaron en la capital entre 1838 y 1840, insuflándole un aire romántico y guerrero.

En su mayor parte pertenecían a la Asociación de Mayo, la nueva generación porteña opuesta a los clasicistas como Juan Cruz Varela y su hermano Florencio. Fue en este periodo cuando los doctores comenzaron a sustituir a los caudillos, al tiempo que la intelectualidad de los salones difundía la formula «civilización contra barbarie», creada por el argentino Domingo Faustino Sarmiento.

La barbarie representada por el gauchaje y la campana debía ser vencida por el avance de la ciudad, que no vacilaba en aplicar los métodos más crueles. Contiendas con degüellos y exhibición de cabezas en lo alto de una pica eran el acompañamiento sangriento de la batalla pueril entre clasicistas y románticos, que los intelectuales del otro lado del Plata libraron dentro de las murallas de Montevideo.



En la capital uruguaya, que estuvo gobernada durante la Guerra Grande por la Defensa, todos los autores literarios eran políticos, periodistas o doctores. Los uruguayos Juan Carlos Gomez, Alejandro Magaririos Cervantes, Santiago Vázquez, Andrés Lamas y Adolfo Berro fueron las plumas más destacadas, junto a los argentinos Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, Miguel Cané, Esteban Echeverría, José Mármol, Luis Domínguez y Bartolomé Mitre, unitarios que habían arribado a las costas orientales huyendo del despotismo de Rosas.

El crítico Alberto Zum Fede afirma que la mayoría de ellos, «mas que escritores parecen personajes para un escritor». En efecto, esta idea aparece ejemplificada por José Mármol (quien lanzo iracundos versos contra la tiranía de Rosas, por causa de quien vivió proscripto y entristecido), Esteban Echeverría (que se exilio en Montevideo en 1840 y alii murió al finalizar la guerra) y Juan Carlos Gomez (que, entre muchas aventuras, vivió suspirando por el amor perdido de Elisa Maturana, quien, casada con su enemigo Carlos Villademoros, murió repentinamente de un colapso nervioso).